martes, agosto 27, 2019

Hueles al mar que añoro por las noches

   De forma suave, pero frenética te busqué en el Sol.
    Fuiste la belleza del mediodía en las plumas del cielo.
   Me derretí a tus velas llenas de estrellas, que te tenían como la luna del mar que perseguía la marea.
   Viajé a ti a través de letras, de un caminito directo a tu piano, a tu universo lleno de aires suspirados, con miradas no dichas.
   Entré por tus piernas y dos palabras me persiguieron hasta amarlas.
   Me recuerdas al amor que tenía olvidado.
   Contigo no brindé a copa rota.
   He tenido noches de cristal que quiero atesorar entre mis venas. 
   Me arrepiento de no haberte dado mis raíces esta noche.
   Tenía miedo que te frenasen de nuevo a tu esperada llegada.
   Te quiero con la vida, atados a las palabras que te dije y no pronuncié a ojos abiertos.
   Te despedí entre mis manos, y entiende, que sienta un crujir en mi cuello.
   Ahora tendré que esperar hasta poder llegar a casa.

martes, julio 16, 2019

   Te encontré como la pulsera que crece en el Sol del horizonte.
   Me parpadeabas la noche, y te sentí extraño e invasor.
   Viniste danzando a los árboles, sintiendo las estrellas jugando con tu pulso.
   Te besé la marcha y sonreí tu estela, pero en silencio dije me siguieras.
   Conseguí distancia y confianza entre burbujas y coraje. En cuatro paredes rojas salpicadas de caras.
   Te quise entre sábanas limpias y olor a mar, y así en la primera caricia, cuando besaste antes mi mano que mi despedida, me gané e hice nuestro aquel día que decidimos intercambiar sentimientos en palabras.
   Una valentía a horcajadas del viento que latía la arena. 
   Nos tuvimos un día entre sueño y lunares entrelazados, en constelaciones de carne y hueso.
   Perdidos en el alfabeto de tu cuello, y pensando en un viaje de ida.
   Nos manché de tinta mientras me cubrías con la mirada en un abrazo interminable.
   Te quise en un momento.

domingo, mayo 26, 2019

   Entre mi tierra, y mi nuevo mar recién descubierto.
   Entre mi taconeo a las montañas y canto al azul de Levante.
   Llegué a pasito lento con las muñecas vendadas y la lengua quemada.
   Con las cuerdas rotas de tanto rasgar la altura con la que quería ver el verde y azul que invadían mi corazón de uñas largas.
   Llegué a mi hora y regresaré tarde para el recuerdo de mis antiguos suspiros.
   ¡Ay, mis bellos acantilados, que me sangran sus deseos en un dialecto que se hace crecer en el interior!
   ¡Cuándo te vi y cuándo te escuché! Que me haces quererte a viva voz, a altos besos llenos de sal y farollillos con sombra.
   Ahora mi deseo es volver a escucharte. Para después sentir que me sangran las palabras en las manos y en el vientre, porque acabó con el Sol, al fin.
   Le haré mío en mi viaje, y cuando añore a su ansiado mar, volverá sediento a beberse el horizonte que primero toca y pronto olvida, hasta la mañana siguiente.
   Porque ya me está dando lo que quería, ansiaba y lloraba, más las risas de su reflejo.
   Ahora le debo una vuelta de noche.  

domingo, diciembre 16, 2018

Taconeo de flores

   Cariño, que tu sol encontró al mío, juguetón, uniéndose a nuestro baile de risas y miradas.
   Sí, aquella primera vez no hubo nada más que admiración inocente.
   Un no pronunciado y gritado por las danzas de los volantes de mis vestidos que eran nuestros ruedos. 
   Nos tiraron flores, alabanzas y vítores, cerillas usadas, monedas de oro, bendiciones y cartas boca arriba.
   Te atreviste a entrar en mi baile cuando clavaste tus ligeros pies en esta tierra que respira otro tiempo y se encarga de que no nos olvidemos cruzando los tallos de nuestros claveles.
   Qué infinita fuerza te trajo a mi cuello, a mis faldas, a mi pecho cuando me llamaste arte a pulmón descubierto y voz clara como el cielo, a quien quitabas el puesto, descubierto de orgullo.
   Con toda esta fiesta llena de alegría donde cada esquina canta y la tierra deja pasar las travesuras de sus queridas flores por la noche.
   A paseo de farolillo con el aire fresco acariciando mi espalda y agitando tus rizos al son de unas castañuelas lejanas.
   Me diste la mano y tus ojos. Te vi entero y me entregaste tu fuego confiando en que si yo te mataba morirías.
   Me enamoré. De ti. Y emprendí el viaje más feliz de mis noches entre tú, yo y esa cicatriz a los pies de tu puerta. Mi amor.
   Decidimos clavarnos en esta tierra húmeda y caliente. Mis ojillos se desvanecían a la luz tenue de los farolillos al compás de las palmas que se oían a lo lejos, en las entrañas de las estrellas.
   Hay una sonrisa cada vez que te vas y una lagrimilla cuando vuelves. Sabes que no comparto tu lucha.
   Cómo nos esforzamos en mantener las aguas calmadas cuando decides combatir una quimera que defiendo.
   Aun así, sigo bebiendo de tu cicatriz, de lo que te hace oro, queriéndote, entregándote mi pañuelo blanco lleno de tus besos y mis recuerdos. Cariño. 

miércoles, agosto 15, 2018

   Es ahí, cuando surca un mar de oro, con las velas empujadas por el cielo.
   Subido a una copa de cristal, desafiando los rayos del Sol y al alcohol suave.
   Con un sonido y balanceos constantes, no calla su canción de cuna, en compañía de una vela temeraria, creyéndose farol de las aguas.
   No hay palabras para ignorar o descansar al suave algodón que llevas a la tierra.
   Cierra los ojos, amor mío.
   Ya habrá tiempo de trabajar en el invierno.
   Mantente digno ante las horas o escóndete de ellas, porque la brisa es demasiado débil para llevárselas.
   Arrancarlas del Ser con la indignación de mi filo.
   Con más frecuencia busco un tono que se acerque a la profundidad que siente el dolor en mi pecho.
   Pisoteado con la dulce danza de un caballo levantándose de la cálida tierra.
   Me aferro a palabras de otro carácter, a demasiados kilómetros de distancia con barreras de viento de por medio, y aun así, consiguen entenderme.
   Tirando un solo por la ventana, deseando que "solo" fuese un grito.
   Odié el Comienzo durante mucho tiempo, para ahora acabar regalándome al Final de rodillas, casi agradecida.
   Al igual que los espacios en blando que, en este momento, no sé si fueron necesarios.

sábado, agosto 04, 2018

   Al filo de la mañana del Este con tierra y agua, pájaros a medio vuelo, cielo cortado y sueño incompleto: hay un mundo abierto sin dormir.
   Con mala letra e insectos saliendo de sus baldosas a respirar.
   Completando el rosa del Sol.
   Escribiéndole a las columnas del cielo.
   Desmontando un sentimiento, que aún era inmaduro.
   Salpicando las nubes de las cicatrices de los sueños en el alma.
   Entrando por la puerta de atrás del Mundo, a escondidas del camino y con insomnio por delante a modo de bandera estandarte.
   Sin llave para no escapar del azul, que hacen llorar a los ojos rojos.
   Pobre cruz marcada por el calor infinito de una estación caduca, con la fecha ardiente en el brazo.
   A cada momento que puede ser cualquier lugar.
   Expulsada y vuelta hacia atrás.
   Un vómito sin reflejo en un mármol de letras tardías.
   Con resignación, a destiempo y sin valor con ambos sentidos.
   Observando la marcha y permaneciendo en la herida hambrienta.
   Con la sangre de armadura en una falsa lluvia.
   Aún sin comenzar el día.