Es ahí, cuando surca un mar de oro, con las velas empujadas por el cielo.
Subido a una copa de cristal, desafiando los rayos del Sol y al alcohol suave.
Con un sonido y balanceos constantes, no calla su canción de cuna, en compañía de una vela temeraria, creyéndose farol de las aguas.
No hay palabras para ignorar o descansar al suave algodón que llevas a la tierra.
Cierra los ojos, amor mío.
Ya habrá tiempo de trabajar en el invierno.
Mantente digno ante las horas o escóndete de ellas, porque la brisa es demasiado débil para llevárselas.
Arrancarlas del Ser con la indignación de mi filo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario