domingo, mayo 26, 2019

   Entre mi tierra, y mi nuevo mar recién descubierto.
   Entre mi taconeo a las montañas y canto al azul de Levante.
   Llegué a pasito lento con las muñecas vendadas y la lengua quemada.
   Con las cuerdas rotas de tanto rasgar la altura con la que quería ver el verde y azul que invadían mi corazón de uñas largas.
   Llegué a mi hora y regresaré tarde para el recuerdo de mis antiguos suspiros.
   ¡Ay, mis bellos acantilados, que me sangran sus deseos en un dialecto que se hace crecer en el interior!
   ¡Cuándo te vi y cuándo te escuché! Que me haces quererte a viva voz, a altos besos llenos de sal y farollillos con sombra.
   Ahora mi deseo es volver a escucharte. Para después sentir que me sangran las palabras en las manos y en el vientre, porque acabó con el Sol, al fin.
   Le haré mío en mi viaje, y cuando añore a su ansiado mar, volverá sediento a beberse el horizonte que primero toca y pronto olvida, hasta la mañana siguiente.
   Porque ya me está dando lo que quería, ansiaba y lloraba, más las risas de su reflejo.
   Ahora le debo una vuelta de noche.  

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