No puedo dejar el cuaderno abierto. Puede que estas palabras que ha traído el viento, del latido de mi corazón, corran y escapen de mí. Y me hagan la Nada. Vacía. No ser.
No. No podré atesorar las penas en mis alegrías y coleccionarlas, orgullosa en trozos de vida. No. No. No.
No puedo sentir ese papel por los cayos de mis dedos, intentando ganarle la carrera a las lágrimas, al orgasmo.
El camino que torpemente comienzo desde cualquier parte a mi cama con dudosas compañías.
Qué secretos guardaré ahora que la tinta ha agotado mis ojos, qué oxígeno me curará las heridas y qué sal me hará gritar.
Solo hay blanco que rellenar y seguiré esperando al mundo.
No hay más que rabia creadora que arde en mis arterias, en mis pulmones, en mis días futuros y sin ningún descanso de luz.
Esta confusión me hace vivir y no puedo remediar mis impulsos asesinos.
No puedo evitar cada verso, estrofa y confesión.
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