domingo, enero 14, 2018

   Las huellas incendiadas en la nieve no conducen a casa.
   No vacilan en seguir adelante, tambaleándose en un camino azabachado, rompiendo el tiempo, y algún que otro sonido hibernado de un tiempo pasado. 
   Los huesos se esfuman en el segundero, atrapados en una caja de cristal, sujetada por manos ensangrentadas que tocan paredes de una oscura alcantarilla, abierta como las bocas de los depredadores, queriendo entrar.
   Sin duda.
   Y las ascuas se acunan en el juego de vida o muerte entre la luna y el sol, apagando la nieve en su plenitud, demasiado pura. Fundiendo la tierra siendo caprichosa y osada, a trote desnudo entre montañas. 

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