Aún sigo siendo kamikaze estrellándome directamente contra el rechazo de tu mirada.
Y las piernas me arden por permanecer años luz a distancia de tu pensamiento.
Pero tu lejanía, a parte de dolorosa, es tan sanadora como los viejos remedios olvidados, que llevan tu nombre renegado.
Esta costumbre se ha convertido en una cínica y orgullosa, mejor de lo que tu sabor fue.
Que no se arrepiente de dejar marca y bailar sobre ella para recordarse y, continuamente, recrearse.
No repite y permite, alargando los sonidos y no obviándolos, porque el aire respira y siente el abrazo del anochecer. Se deja agujerear por el reloj y no siembra rencor, agradeciéndose avanzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario