Eres solo un minuto.
El último trago de mi copa de vino.
El viaje a paso lento entre mis seis montes, elevándose poquito a poquito para abrazar tus cordilleras.
El tiempo libre que arremete contra mis dientes y escapa por la puerta entreabierta.
La persona que no duerme en mi cama, pero que se pasa los días en ella.
La tinta de mis labios secos y agrietados, iluminados por una lámpara llena de relámpagos muertos y copas ahogadas en hielo en la mitad del calendario, con polvo y pelos de perro de por medio.
Entre un tiempo indeciso y con sonidos de pisadas por el pasillo.
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