martes, julio 25, 2017

   Y dije y dijo y no paró. Habló hasta terminar el sonido en una cascada oscura de minutos interminables, equivocándose de sílabas a cada salto consonántico.
   El tiempo le ganó la batalla, la guerra y ocupó todo su territorio, en llantos que sabían a medicamento dispensado en bolsa. Sentada en el sillón de cuero gastado, oliendo a la primera o segunda.
   Queriendo salvajemente, en modo vieja escuela. Discutiendo en escaleras, soltándose más en la barra y sujetador que nunca. Sin anestesia nunca más y bailando en saco de huesos, deslumbrándose con el ámbar.
   Si pasea por el puerto, muere en cada retrato de habla cualquiera. Y un bidi bom aporrea su casa hasta el último diente, y por eso se deja marear a cada paso que da. Sin perderse.

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