lunes, junio 06, 2016

   Abro un libro por una página cualquiera y no sé en qué párrafo perderme, qué escribir en los territorios blancos sin conquistar de conocimiento.
   Me fumo la hierba de mis pensamientos y mis ojos se aclaran. Sé que estoy perdida en alguna parte del recuerdo de tu piel, soplando el humo de los demás sentimientos porque sé que quiero entrar en ti e ideo un mapa del tesoro de tu cuerpo en la superficie de mi cerebro.
   Pero, sé que estamos llenos de serrín entre todos esos espacios desolados, y los seguimos dejando ahí a modo de desierto para que gane terreno, con una niebla constante que oculta a la mirada con vidas falsas, corruptas, protegidas en papel de burbujas porque somos malditos jarrones en una habitación oscura. 
   Nos da miedo rompernos, quebrarnos, mancharnos y no saber cuál es nuestro camino.
   En veinticuatro horas no me da tiempo a vivir la aventura en barco pirata, surcando los cuatro vientos de mis futuros mares y tierras. Que voy a seguir pidiendo por mi cumpleaños una estrella querida en una constelación perdida. Que en mi futura pluma inventaré poemas y universos en cada barbilla y lloraré al equivocarme, pero el cardiograma no dejará de subir.
   Es cierto que cuando hablo de amor, mi letra cambia. Pero mi ignorancia se basa en recordar cada detalle de tu cara y apartar lo demás, cuando mis hombres cantan: ¡Viva la vida y nada de calma!
   Nos encierran en una bola de cristal con una banda sonora de supermercado y casi nadie decide salir a surcar los cuatro vientos de nuestro dulce fuego con lluvias de piedras, quemándonos con el hielo.

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