lunes, febrero 02, 2015

   Un día de lluvia, perfecto. Toda la inspiración me cae sobre el pelo y se desliza, formando el rocío entre unas telarañas.
   Pero mierda, qué frío. Más rápido, más rápido. Todo se arregla con la calefacción tan potente del furgón blanco de mi padre y una canción en japonés. 
   Por el oído izquierdo la canción ñoña de James Arthur y por el derecho una canción de la banda sonora de mi anime favorito, Nana.
   Tell them all I know now. Asu nante konai you ni to negatta yoru, kazoekirenai.
   Estupendo, la salida ha sido genial. Terminar el día saliendo corriendo de ese antro de mala muerte que llaman colegio y ahora pensando en frases al azar que me golpean hasta entrar en mi cerebro. Seguro que el viento se las ha llevado del tendedero donde estaban colgadas y me ha tocado a mí recogerlas.
   ¡Venga, venga! No intentes hacer el mejor muro del mundo, solo intenta colocar cada ladrillo de la mejor forma posible. Venga, ahora hacerlo con esta mierda, me digo mientras me viene la imagen de mi novio, pensando qué estará haciendo o cómo estará. De que quiero estar con él, de que no quiero que esté lejos, de que se haya mejorado de la discusión que tuvimos ayer, de que no quiero que me deje.
   Guitarras y solos y solos de guitarras y voces y confusiones. Ahora pienso que en cuanto llegue a casa no estará mi madre y me siento mejor. Vaya... Qué mala hija, solo quiero vivir sin ellos un tiempo. Solo pido una casa y una vida. La casa no ha venido, así que volveré a pedir una vida por Amazon y cuando llegue sabré que tiene cualquier producto, porque menudo pastón me he gastado.
   Ahora toca quedarse en blanco.

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