sábado, enero 31, 2015

Y aquí estoy. Recién levantada de una cama que no es mía, a la misma hora de todas las mañanas. Sirviéndome un café solo como único acompañante.
   Mirando a las paredes de una habitación que no es mía, bebiendo de una taza que no es mía.
    Mirando el  frío que hace en esta ciudad que no conozco.Volviendo a los recuerdos que fueron y a los sueños que podrían haber sido.
   Recordando a mi mejor amigo calvo con pintas de mafioso, que no encajaba de abogado, siempre ayudando a los demás. El mejor baterista que he conocido. El que siempre fumaba ese asqueroso tabaco que impregnaba su olor en todos los muebles. Siempre acudía a él en casos que necesitaba consejo y ayuda, aunque sabía que estaba enamorado de mí.
   Al pesado del guitarrista de mi grupo, que se empeñaba en destrozarse la vida, aunque ya la tuviera resuelta por el dinero de sus padres ricos. Solo decía que quería perseguir sus sueños y que eso no hacía infeliz a nadie. El que me hizo conocer todo este mundo. Cómo la chica que amaba le dejaba por otro.
   A mi pequeño bajista de pelo azul de quince años. Lleno de piercings por todos lados, intentando imitarnos fumando y vistiéndose como nosotros. Cuando lo conocí, hice prometerle que sería el mejor. Era tan maduro para su edad… Era, de todos nosotros, al que peor le había tratado la vida, obligándolo a prostituirse para las mujeres para conseguir dinero. Nunca nos lo dijo, pero me dolía verlo cómo se marchaba por la puerta de mi casa cuando le llamaban al móvil para más trabajo. De lo que me dolía que se enamorase de la mejor persona que podría conocer y dejarla porque no podía salir de ese mundo.
   A mi novio, que era la mejor persona que conocía. Lo conocí en un concierto de nuestro pueblo. Tocaba como nunca nadie había hecho. Me arregló la vida a base de partituras, compases, sonidos, caricias, besos y sexo. Pero todo se fue a la mierda cuando murió en mi veintiún cumpleaños en un accidente de tráfico por culpa de las drogas. Le quería tanto y se marchó así... Le quería tanto.
   A mi única y mejor amiga que he podido tener. La que parecía un perrito juguetón y obediente. Recuerdo cómo venía a mi cama llorando porque un tío la había dejado y de cómo al día siguiente se volvía a enamorar. De cómo se destrozó la vida quedándose embarazada del peor tío con el que podía haber salido, en vez de escoger al único que podía hacerla feliz, solo porque quería que su hija conociese a su verdadero padre, aunque éste fuese infiel.
   Ellos son como las marcas de la cuchara de plata en el fondo de la taza con la que remuevo el café, imborrables. Incluso me echo la culpa de que no sean felices. De que no nos hubiéramos dado cuenta de lo mal que iban nuestras vidas.
   Me encantaría volver a los días en los que tocábamos juntos, divirtiéndonos y llegando lejos entre los escenarios, los gritos de los fans, la cerveza y el tabaco. Entre el amor y la amistad.
   Solo sé que estamos así porque no luchamos contra lo que nos parecía injusto, aunque fuéramos rebeldes y locos. Nos daba miedo casi todo. Me arrepiento de no haber luchado. De que no lo hayamos hecho. 


                                                                                                    NN

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