martes, junio 17, 2014

   Y que él fuera mi éxtasis no significaba que fuese bueno. Que, aunque me mantuviera despierta en los momentos más importantes de mi vida, no significaba que pudiera hacer que fuese permanente.
   Sí, sus efectos me provocaban alucinaciones, alegría y fuerza para aguantar la aspereza de la piel de la vida que rozaba con la mía. Pero se iba igual que venía, con sus labios que parecían dos cuerpos en movimiento y su saliva, tan refrescante como el nacimiento de un río.
   Sus manos, tan fuertes, que me rescataron de esa marea tan perra. Él, celoso de que se pudiera quedar conmigo, no me soltaron ni en el más notado de sus jadeos de cansancio.
   Quería que fueras tan mío, que soñé con que fueras el hilo que me unía a la vida, pero con esa terrible obsesión, casi te convierte en esas tijeras tan afiladas.
   Tío de velocidad en la sangre, el único capaz de atravesar el viento sin tocarlo, tan fuerte como para parar el tiempo. el único capaz de conquistar mi mirada haciéndome sentir valiosa. Eras como intentar atrapar el humo con las manos desnudas.
   Me tragué tus sueños y vi como desaparecía la luz de mi querida amiga, tu lengua de fuego, la cual, ya éramos inseparables. La puta desintoxicación que me obligaste a llevar a cabo porque desapareciste. Capullo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario