lunes, octubre 07, 2013

Ahora sé que ese regalo ardía en su bolsillo, pero no le daba miedo agarrarlo con todas sus fuerzas. 
Una noche de diciembre, los dos nos odiábamos, y lo sabíamos, pero, aún así, seguíamos juntos. 
Me ardía la cara de vergüenza cada vez que miraba su cara, odiaba esa situación. No hablábamos y evitábamos mirarnos a los ojos directamente. Yo hacía como si nada, porque en realidad no sentía nada por él. 
Sensible y sintiéndolo, callado en un rincón, con la mano en el bolsillo, acariciando el regalo.
Yo, la que había hecho que un corazón doliera, ignoré sus llantos silenciosos.
Yo no estaba hecha para amar ni ser amada.
Hice un esfuerzo por saber qué era lo que se sentía al tener a alguien a mi lado, pero le hice para imaginar un futuro irreal. 
A media noche cuando ya íbamos a irnos, sentí que alguien me empujaba. Era él, con ojos arrepentidos y aguados, que me pedían perdón solo por ser él, y no por ser la persona perfecta para mí. 
Una caja blanca con puntitos negros y un lazo, precioso para cualquier chica que tuviera un poco de sentimiento, en vez de tanta frialdad como la mía.
Se fue para que no pudiera ver mi cara, insensible ante un gesto de su amor. Era un collar que odiaba, pero que, sin embargo, lo tenía a la vista de todos, colgándolo en mi habitación. Lleno de recuerdos, para mí era un simple collar, para él, un recuerdo inmortal de un amor falso. Él no se acuerda de mí y yo tampoco, por eso escribo esto con tanto sentimiento.

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